Voy a desayunar por la mañana, le pido un cafe americano y una pulguita, se me ofrece hielo pido un cubito y sorpresaaaaa me han cobrado el hielo, cuando esta prohibido.
Mi pareja pide cafe con leche y croissant y lo pasaron por la plancha sin preguntar, cosa que deberia ablandar el croissant, creo que era del dia de antes estaba como una piedra.
A desayunar no vuelvo.
Atención llena de malos gestos y desinterés, pedimos un frankfurt normal y dos “frankfurts maxi”. Nos trajeron el normal y dos hamburguesas de vacuno prácticamente crudas, con pepinillos, cebolla cocida y tomate, por lo que reclamamos que el pedido era de frankfurts y no hamburguesas, el camarero de raza china nos atendió muy cortésmente y, ante el reclamo del pedido, regresó al restaurante (ocupábamos una mesa en una terraza enfrente). Al regresar nos dijo que el “frankfurt maxi” es… UNA HAMBURGUESA!!!. Ante la tomadura de pelo, decidimos no seguir con el reclamo, pagar y abandonar el pueblo que queríamos visitar, ya debido a la falta de confianza que inundó nuestra impresión. Lo único bueno fueron las cañas, pero es de esperar que esa calidad sea la misma en cualquier sitio. El precio: 35 € por todo, no lo juzgaría si la atención y el respeto hubiesen sido el esperado.