Recuerdo mi primera vez en Wei Tao como si fuera ayer.
Era una noche de primavera lluviosa, como acostumbra a ser en Donosti, allá por 2019. El replicar de la lluvia contra el asfalto ahogaba el sonido de los coches que siempre circulan en busca de cobijo para pasar la noche. Bajo los portales y toldos de los variados negocios de la zona la gente cubría sus peinados ya desaliñados por la incesante lluvia.
Y ahí encontrabame yo, a falta de paraguas y con la tripa gruñendome por haberla privado de alimento alguno, buscando también un lugar donde satisfacer mi apetito y descansar, aun por meros instantes, de la humedad de la lluvia. Sin saber su procedencia, me encontré andando en dirección a un estrecho local de Gros, el cual despedía un olor hechizante, ajeno a mi curioso pero selectivo paladar.
Una vez dentro, un hombre de entre unos 20 o 25 años, de aspecto fuerte y corpulento, me preguntó con una amable sonrisa si queria comer en el establecimiento o quería pedir comida para llevar. Como os podéis imaginar, no tenía ninguna gana de salir y exponerme de nuevo a la lluvia, a si que me puse a ojear la carta.
A cada nuevo plato que veía, mi boca salivaba por probar. Un festival de sabores. Un nuevo horizonte de deliciosos platos elaborados con el respeto y cariño que incluso el hombre más feliz del mundo querría tener. Y entonces lo vi, el manjar que hasta día de hoy me ha mantenido cuerdo. Un exuberante plato de arroz con magret de pato diluido con una salsa que podria considerarse elixir de dioses. "D-donburi de pato, por favor" tartamudeé con saliva recorriendo las comisuras de mi boca. El camarero asintió complaciente.
Lo que ocurrió después es algo que dejaré a vuestra imaginación, pero puedo afirmar que, por primera vez desde que tenia 2 años, lloré como si de nuevo estuviera en el cálido regazo de mi madre.
Desde aquél entonces he visitado este local mas veces de las que podría contar. Trayendo a conocidos para que experimenten las mismas sensaciones que tuve cuando probé por primera vez las maravillas de Wei Tao.
He venido a este restaurante por cercanía para mí, y la verdad con un poco de miedo después de leer algunas reseñas.
Pues yo he salido muy satisfecha. La comida riquísima, muy buenas raciones y el precio nada caro.
El trato tanto el de Jessica como el del resto de la plantilla de diez.
Repetiré chicos. Muchas gracias.