Recientemente, después de recibir una buena noticia, visité Casa Lolea. Ya había estado allí en diciembre con mi pareja y me gustó mucho.
A menudo paseaba por el barrio de La Ribera, entre la plaza Urquinaona y el mercado de Santa Caterina, por las calles estrechas que, según los lugareños, hace muchos años estaban desiertas en cuanto a opciones de ocio, pero que ahora albergan numerosos restaurantes y bares encantadores.
En resumen, es un lugar que combina el encanto tradicional con una frescura moderna. Y, por supuesto, si se mira de cerca, se pueden ver muchos estereotipos que forman parte del imaginario colectivo de los turistas sobre España, además de los monumentos históricos, el patrimonio cultural o el arte... En Casa Lolea se unen la cultura, las tradiciones y la gastronomía.
Siempre he sido entusiasta, pero había un defecto: el servicio. Entiendo que es un restaurante donde el personal, tanto los cocineros como los camareros, trabaja a un ritmo muy rápido, pero hubo cierta desorganización, ya que tuve que pedir las cosas varias veces. Sin embargo, este pequeño inconveniente no eclipsa la calidad de la oferta, porque Casa Lolea es un lugar al que se puede volver.